La vida es un instante, cargada de emociones y sensaciones, de recuerdos que impregnan nuestra memoria. El milagro de nacer, aunque sea algo común es a la vez tan sorprendente como preguntarnos por la propia existencia.
Esta serie está dedicada a la vida, a principio de todo, al instante en que somos.
Convergen al unísono trayectos que se hilan dentro de la misma madeja, la relación del hombre con la naturaleza y el nexo que los une. La naturaleza es el hilo que no se puede romper, el que nos une a la vida, de ahí que exista similitud en los procesos que la caracterizan como el nacimiento, en su caso, la polinización, la reproducción, el principio y el fin son parte de todo lo que nos rodea.
De ahí esta serie, de la reflexión entre principio y fin, de la belleza que rodea la vida y nos une a ella, de la identidad.
La mujer es el elemento que se repite una y otra vez para hablarnos de la sensualidad, de la belleza de la vida, de nuestra propia existencia, para recordarnos que somos luz.
La semilla es el punto de partida donde podremos apreciar la flor que crecerá lentamente, en un mundo hostil donde la prisa se impone en un sistema donde el capital es el que rige el mundo, las flores no pueden crecer.
Solo nos quedan pequeños refugios donde desplegar nuestra imaginación, nuestros sentidos.
Pequeñas reservas naturales donde contemplar la belleza del mundo, que sobreviven a las feroces garras del mercado, donde ya no tienen cabida los sueños, las flores, el silencio…
Sumidos en un caos misceláneo constante, donde la demagogia nos envuelve, donde los medios son un trampantojo que nos impide ver la esencia de las cosas, la existencia es sin duda inherente a la naturaleza.
Es así, de forma estoica como la madeja tiene un porqué y un espejo relata el discurso sempiterno de la identidad, abriendo una puerta al pensamiento, a la reflexión de nuestra propia existencia.
Alicia Martín
Commenti 0
Inserisci commento